Los Vivancos incluyen diversas
técnicas dentro de su propuesta de flamenco fusión en la compañía
que iniciaron en 2007
El público- en su mayoría femenino-
deliró con algunas escenas del 'Aeternum', sobre todo en las que la
sincronía y la destreza se hicieron presentes. La obra compuesta por
siete actos combinó ballet, flamenco, danza contemporánea y artes
marciales. Sin embargo- sin negar el virtuosismo de los intérpretes-
hubo partes que bien pudieron prescindirse.
Todo inició con una imagen
fantasmagórica: siete almas aparecieron en un claroscuro azulado. De
repente uno de los hermanos despareció casi sin notarse – es que
casi siempre había la necesidad de contarlos sobre el escenario- .
Un solo a continuación, era Cristo con un abrigo decorado como un
vestido de flamenco fucsia, el manejo de la falda mientras zapateaba
se ganó cientos de aplausos. Tres ánimas le acecharon y se
enfrentaron en un juego de movimientos casi perfectos giros, pasés,
grand jetés y saltos
demostraron
los años de preparación dentro del ballet de los hermanos.
Finalmente la lucha culmina en la conversión del bailarín en un
demonio más.
Más adelante dos de los hermanos representan la dualidad humana, la
música ya un poco alejada del flamenco y ausente de voces, se tornó
más tribal. El sonido de los tambores de asemejaban a los latidos
del corazón que se aceleraba y se calmaba. Un juego sonoro que
acompañó- como en casi toda la obra- los sincronizados movimientos
de pies. De nuevo la lucha, las luces rojas daban impresión de que
se cometía una masacre, la sangre del bailarín negro ya corría
sobre el escenario.
La oscuridad de la escenografía ayudaba a los cambios de vestuario y
colocación de indumentarias- casi nadie se dio cuenta cuando salían
y volvían a entrar a escena-.
De nuevo los 7 en los efectos de penumbra, las luces se prendían en
sus muñecas mientras hacían sonar las castañuelas en sus manos. La
imagen era de un cuerpo sincronizado, con 14 manos y 14 pies
expandiéndose y contrayéndose al ritmo de los latidos y las
respiraciones que de alguna forma se sentían como una unidad.
Los
ánimos se calman un poco, un violín ejecutado limpiamente convierte
el lugar en algo apacible y tranquilo, así mismo con la flauta
traversa y el violoncello. La gente quedó boquiabierta cuando uno de
ellos entonó este instrumento mientras sus piernas se colocaron en
segunda posición a metro y medio del piso. Es que el espectáculo
resultó un vaivén de emociones con momentos en los que no se
necesitó de una banda sonora, el zapateo sobre el cajón y la
demostración de porqué son los dueños del récord
guiness, determinó
el ritmo de los 90 minutos del show.
La complicidad y la confianza entre 'Los Vivancos' se pudo
evidenciar cuando ejecutaron las frases dancísticas con los ojos
vendados. De vez en vez tenían la necesidad de tocarse- por
cuestiones del espacio- pero las figuras se dispusieron
sincronizadamente en el escenario.
Allí mismo una estructura de metal fue un elemento primordial para
el clímax del espectáculo: los siete zapateando de cabeza
sostenidos por un par de correas, los aplausos y gritos llovieron a
su favor.
bacan
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